Dedicado a todos los que viajan
con un beso...
Recuerdo que cuando era niña mi
mamá escuchaba una canción que se llamaba “Besos brujos” en la que se hablaba
de los besos como una deliciosa condena. Cuando escuchaba este bolero –años
después descubrí que la versión original era un tango- me preguntaba, a mis cortos 8 años, ¿por qué
si un beso puede ser una maldición, la gente se muere por besarse? Conforme fui
creciendo descubrí que el tema del beso era aún más intrincado y hasta
complicado pues entrañaba implicaciones de diferente índole.
Con un beso los príncipes Azul
(Blancanieves) y Felipe (Bella Durmiente) despertaron a sus amadas de su
letargo; con un beso la princesa convierte en príncipe a un sapo; con un beso Bella volvió a la vida a la Bestia
–que resultó ser un príncipe-; con un beso Judas vendió a Jesús; “en un beso la
vida” cantaba insistentemente mi abuelo emulando a Daniel Santos… En fin, los besos
marcaron la vida. Pero no fue sino hasta la adolescencia cuando descubrí con
mis propios labios de lo que se trataba el asunto.
Tenía 16 años y estaba en el
grupo de las “nunca besadas”, lo cual era una desgracia para la reputación adolescente
de una chica de los 80. Y no tanto porque no tuviera experiencia en el asunto,
sino porque significaba que no le gustaba a nadie y peor, NO HABIA TENIDO
NOVIO. Sin embargo, un matinée en casa de mi amigo Iván cambió el rumbo de mi
historia.
Mi mejor amigo me había sacado
bailar cuando de pronto la música cambió y pusieron un blues (jejejej, así se
le decía) Dada la confianza nos abrazamos y bailamos lentamente, y de pronto,
luego de unos dos o tres balanceos suaves, sucedió. La verdad es no sé como
llegamos al beso, supongo que fue producto de los estragos que hacen las
adolescentes el cóctel mortal de hormonas mezcladas, con Coca Cola con mucho
hielo, torta y quesillo. El caso es que nos besamos y el mundo pareció girar en
cámara lenta.
Fue beso, lento, largo que
despertó en mí sensaciones desconocidas. Cuando nos separamos, me sentí
mareada, las piernas no me respondían y aun después de que ya estaba en mi cama
lista para dormir, cerraba los ojos y podía repetir sensación que se había
alojado en todo mi cuerpo. El lunes no quería ir al liceo. Mis labios habían
perdido su virginidad y sería sometida al escarnio público. “Ella, la besada
sin estar empatada (formalmente con novio)”.
Ese lunes terminó por quitarme a
una amiga que me señaló de “fácil” por dejarme besar; pero me granjeó la
admiración de las chicas de mi salón porque había sido iniciada en el mundo de
las “besadas” de los labios de uno de los chicos más cotizados. Es decir, a los
16 años un beso me convirtió en una puta y en una ídola.
Mis subsecuentes experimentaciones en el mundo
de los besos han tenido días buenos y malos. Pero confieso que esa sensación de
la primera vez jamás se he vuelto a repetir. No obstante, puedo decir –a riesgo
de parecer poco modesta- que aprendí bien y hasta felicitaciones y todo he
recibido, por lo que desde entonces le doy especial significación.
Besar es un arte que solo unos pocos dominan, y
aunque en estos tiempos de sexo sin miramientos y sin cortejos, pareciera haber
perdido importancia. Escribiendo esto un amigo me comentó que en el esoterismo
los besos son muy importantes, pues cuando se besa verdaderamente a alguien se
comparte el alma. Así que no es tan sólo
un arte, sino que además tiene poderes especiales. Investigando un poco
descubrí que incluso los Celtas creían que los besos tenían poderes sanadores, mismos
incluso son estudiados hoy por científicos e instituciones.
La organización británica Relate que provee
asesoría psicológica en relaciones de pareja y terapia sexual asegura que
existe una amplia documentación científica donde se demuestran los muchos
beneficios de besar. Lo cierto es que cuando se besa a la otra persona, se
estimula una parte del cerebro que libera oxitocina en el torrente sanguíneo,
lo que produce sensación de placer. Adicionalmente, los besos apasionados
provocan la liberación de adrenalina en la sangre, lo cual ocasiona un aumento
en el ritmo cardíaco, tensión arterial y niveles de glucosa en la sangre. Es
decir, el besar pone en funcionamiento al organismo entero.
Para
sumar más datos, hace unos años la Universidad de Albany (Nueva York, EEUU) realizó
un estudio en jóvenes entre los 18 y 24 años que concluyó que las chicas le dan
más importancia a los besos, pues los utilizan para evaluar a su pareja. De
hecho, más de mitad de las encuestadas afirmaron que alguna vez habían
descubierto que no les atraía alguien al besarle por primera vez, y más aún la
misma cantidad aseguró ser reacias a acostarse con alguien sin haberle besado antes.
La trascendencia del beso es muy antigua, no por
nada en el mismísimo Kamasutra se le da gran importancia. Este antiquísimo
libro reconoce su innegable poder afrodisíaco y hasta describe 30 maneras de
besar. Sin embargo, aunque la experiencia y la técnica aporten mucho a la hora
de dar un buen beso, es el sentimiento, la entrega y sapiencia de los instintos
lo que lo harán trascendente.
Y es que si tuviera que compartir un secreto a
este respecto simplemente recomendaría desempolvar la pureza de la primera vez;
entregarse por completo y, por último imaginar que el otro es un suculento
chocolate y degustarlo, muy, pero que muy despacio. Un buen besador puede hacer
el amor con la boca, por eso es que ante su estupenda ejecución… pocas las
palabras.
“Bésame mucho.
Hay besos que pronuncian por sí solos:
La sentencia de amor condenatoria;
hay besos que se dan con la mirada
y hay besos que se dan con la memoria”.
Hay besos que pronuncian por sí solos:
La sentencia de amor condenatoria;
hay besos que se dan con la mirada
y hay besos que se dan con la memoria”.
Gabriela Mistral
Excelente!!! Me llevo a recordar ese momento lo mágico de la primera vez, que no debería perderse nunca.
ResponderEliminarHola Andreina, gracias por compartir tu opinión. La verdad es que el primer beso es un recuerdo imborrable. Un abrazo y de nuevo gracias
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