Bogotá, la ciudad de las mil caras

La primera vez que estuve en Bogotá fue en los 90. Era pasante de El Nacional y me habían asignado cubrir la gira que Ricardo Montaner haría en Colombia. Los recuerdos de esa oportunidad son muy difusos. Llegué de noche, me hospedé en un hotel que probablemente ya no existe, tal como la ciudad que conocí. Casi más de 15 años después, tuve un reencuentro con la ciudad, y uno muy diferente.
Los reclinatorios (Catedral de Sal)
En esta oportunidad descubrí que de Bogotá se puede hablar en números. Tiene 4 mil 500 parques, unas 28 iglesias de interés patrimonial, unos 40 hoteles de alto nivel, 58 museos, más de 62 galerías, unos 40 teatros y hay más, como dice el infomercial de la tele… Es decir, quien crea que la conoce, se engaña, porque esta ciudad siempre tiene algo que para ver, probar, conocer y experimentar.

Para ver. Las afueras de Bogotá son tan interesantes como refrescantes, y cuando digo esto no me refiero precisamente al clima. En contraste con las construcciones de ladrillitos rojos -un distintivo de la capital colombiana- el verdor y la tranquilidad del paisaje de los municipios en las cercanías son realmente impresionantes. Si va con poco tiempo como yo en esta ocasión, le recomiendo trazar una ruta que incluya Zipaquirá y Chía con una paradita en el Km 19 de la Autopista Norte, en el Restaurant El Pórtico. En un recorrido por Zipaquirá es imposible no incluir la Catedral de Sal. Mi visita a esta maravilla colombiana fue genial, con todo y que me afectó en un momento el estar a 180 mts de profundidad, por lo que les recomiendo hacer el recorrido con calma. Según contó mi guía Leidy Gómez los muiscas (pobladores originarios del lugar) sacaban la sal de la montaña en la que está enclavada la catedral. Inicialmente estos la extraían simplemente pero Alexander von Humbolt fue quien les dio la idea de que excavaran para no dañar el ecosistema y destruir una formación geológica que, según los estudiosos, data del período terciario.

La cúpula de la Catedral de Sal
En sus inicios la catedral era una suerte de remanso para los mineros que trabajaban en las excavaciones salinas. De hecho su primera versión fue inaugurada en 1954 y clausurada en 1990 por no ofrecer a sus visitantes condiciones de seguridad suficientes. La actual catedral, abierta en diciembre de 1995, es una obra arquitectónica impresionante cuyo recorrido inicial, el Viacrucis, es un túnel que muestra las estaciones de la ruta que Jesús recorrió al Calvario con pequeños altares tallados en roca de sal. Como no hay catedral sin domo, el túnel desemboca en una bellísima cúpula iluminada que simboliza en la religiosidad cristiana los cielos.

Homenaje a la obra de Miguel Angel
Desde la cúpula se puede observar la inmensa cruz tallada en bajo relieve y que en la actualidad está iluminada y va cambiando de colores. De allí empieza el descenso hacia los balcones sobre las cámaras, el coro y las escaleras del laberinto del Nártex. El tramo final lleva al centro de la catedral en donde la se vislumbra la división del espacio que, a su vez, está intercomunicado por una grieta que simboliza el nacimiento y muerte de Cristo. En la nave central está la cruz de 16 m, el Altar Mayor y el comulgatorio. Luego en la profundidad de la nave se encuentra un bellísimo homenaje a La Creación del Hombre de Miguel Ángel, hecha en mármol por Carlos Rodríguez Arango. Otro detalle son las cuatro inmensas columnas cilíndricas que simbolizan los cuatro evangelistas que  están atravesadas por una grieta que simboliza la natividad y descendimiento de Cristo.

Ya en la profundidad de la mina uno puede tomarse un cafecito y hasta comprar esmeraldas (yo lo hice, jejejee) Al salir puede disfrutar del Parque de la Sal, de hecho, hay una torre para escalar que, como podrán imaginarse evité, pero por supuesto no escapé a la tentación de tomarme una foto frente al monumento del minero.

Otras cosas que se pueden hacer en Zipaquirá son: tomar el tour en la locomotora por la ciudad, que es preciosa, y en la misma mina de sal donde está la catedral escoger uno de los recorridos que incluya la Ruta del Minero, pues de seguros los niños (y los no tan niños,) lo disfrutarán muchísimo.

Saliendo de Zipaquirá, en Km 19 de la Autopista Norte, está El Pórtico, un restaurante que me impresionó. Tiene capacidad para hacer cualquier cosa: eventos, bodas, convenciones, etc. Se puede ver como cocina la carne en vivo, y en síntesis el lugar tiene encanto muy especial. Entre la buena mesa y las áreas verdes para ir en familia y no preocuparse que los muchachos están fastidiados, se pasa uno un muy rato en ese lugar. En mi visita hubo una degustación de vinos chilenos deliciosa, organizada por el Sr. Andrés Rueda Pradillo dueño de un restaurante espectacular en Bogotá, Buenvivir, y que tuvo la deferencia de consentir a los visitantes de Venezuela. Todo un detalle, la verdad.

El paseo por Chía es también es algo obligado, sobre todo porque es allí donde está el original Andrés Carne de Res. Este lugar desde hace un tiempo se ha convertido en un emblema de la capital de Colombia porque guarda mucho de la esencia de su latinidad, despoja a la los bogotanos de su consabida seriedad y regala al visitante una cara muy divertida. Acá hay que ir de noche, con el estómago vacío y muchas ganas de rumbear.

Para probar. En Colombia hay que atreverse, y les aseguro que si lo hacen, no se van a arrepentir. Si bien toda la zona G (zona Gourmet) está plagada de lugares maravilloso, sitios en los que comer es un placer dionisiaco absoluto, lo cierto es que incluso fuera de esa exclusiva área hay opciones para comer como un Dios y pasarla bien, dos cosas que, al menos para mí son de suma importancia.

Ya mencionamos arriba a BuenVivir (calle 79ª No. 8-31), lo que no les dije es que el lugar es solo para 70 personas y en él puede tanto degustar muy buenos vinos, como comer platos tan deliciosos como un Jambalaya (amo este plato) o un buen lomito tres pimientas. Otro lugar precioso y muy bueno para probar especialidades lugareñas es Club Colombia (Avenida 82 #9-11). La sola estructura del lugar enamora. ¿Qué comer allí? Pues primero pida un Ajiaco (elija el pequeño, se lo advierto), o una Carimañola con suero o alguno de los deliciosos Cebiches y, eso sí, no olvide ordenar una Lulada bien helada.

Clase aparte son Gaira Café Cumbia (cr 13 No. 96 -11) y ReverdeSer (calle 17 # 2 – 46). El primero es el sitio de Carlos Vives en Bogotá, y es divertidísimo con música en vivo y comida colombiana. Dato: dicen que Carlos se viste de payaso y bromea con la gente y pasa desapercibido hasta el final de la noche cuando se descubre.

ReverdeSer está localizado en el centro histórico de Bogotá, en una de esas bellas casa que a uno le recuerda los tiempos en que jugaba en donde la abuela. Un patio central y espacios divididos para recibir comensales es parte del encanto del lugar que es una suerte de bistró vegetariano con menú que rara vez se repite. Mi experiencia allí fue inolvidable. Cociné todo cuanto me comí, pues la visita era parte de un taller de cocina vegetariana. Aprendí que el pepino si se masajea con sal gruesa suelta todo el ácido que hace que le caiga mal a mucha gente y que se pueden hacer unas maravillosas hamburguesas de quinoa, y que el ocumo es genial para hacer puré.

Para conocer y experimentar. Sin duda la lista es inmensa. Creo que si me pongo a preguntar doy con 1000 caras de una misma ciudad, porque es que todos tenemos una Bogotá distinta. La mía, por ejemplo, tiene un Parque en la 93 que hay que visitar porque sí. Conciertos, conversatorios, muestras de arte o simplemente para dar vueltas, este es un espacio que te hace sentir admiración por los colombianos y su cariño por sus ciudades, por lo suyo.

Toda una experiencia religiosa es lo que se tiene en La Candelaria (el centro de Bogotá). Caminar por esas bellas calles empedradas, llena de casitas de techos de teja y apariencia colonial, da la sensación de que en cualquier esquina se tropieza uno con el mismísimo Bolívar. Esta zona es como entrar a una película de época. Todo es pulcro, está perfectamente cuidado y sobre todo, y no sé si son cosas mías, pero uno no siente el bullicio de una ciudad moderna.

La plaza Bolívar, la catedral Primada, la calle de las Divorciadas, la Casa del 20 de julio, el Palacio de Justicia, el Capitolio Nacional, la Casa de Nariño, son solo sitios por los que hay que pasar o los que hay que visitar con tiempo. Yo recomiendo contratar una visita guiada, porque vale la pena empaparse de las historias sabrosas que se esconden esas esquinas.

Homenaje a José A. Silva
Paseando por el lugar me llamó la atención una suerte de silueta de Quijote que estaba sobre un edificio justo frente a la Casa de Nariño. Viéndola y tratando de tomarle una foto, se me acercó un señor que me contó la historia José Asunción Silva, el poeta al que hacía referencia esa figura y que se suicidó luego de una noche de copas. De hecho, la historia fue completada por nuestra guía quien con el billete de 5 pesos en la mano nos contó, paso por paso, la historia que quedó inmortalizada en el billete.

Cosa a parte, el señor que tan amablemente me contó la historia era, en sí mismo, un emblema de la ciudad. Alto, guapo, ataviado muy elegantemente y con paragua en mano, tuvo que tomarse una foto con todas las venezolanas que integraban el grupo de visita en Bogotá que organizó ProExport Venezuela y Viajes Omega

Ventana de la que escapó Bolívar
Algo que se agradece de esta zona es la posibilidad de caminar con tranquilidad, tan es así que a pesar de que se anda bastante, no se siente, porque uno está desprovisto del estrés y la paranoia. Algo que seguro no querrá perderse es la visita a la casa del Libertador, y la de Manuelita Sáez. Justo frente al Hotel de la Opera, que antiguamente era usado para que durmiera la guardia de Bolívar, está la famosa casa de la que se escapó del atentado gracias a las buenas labores de Manuelita.  De hecho, debajo de la famosa ventana hay una inscripción en Latín que habla del hecho.

Hotel de La Opera
El Hotel de la Opera es un lugar en el que debe entrar, quedarse allí debe ser toda una experiencia (nuestro grupo se quedó en La Fontana, una belleza de hotel) pues por sus ventanas se ve los tejados de la Bogotá histórica y se respira un aire muy especial. De hecho, este sitio tiene un restaurante en su parte superior desde el que se ven unos atardeceres bellísimos, casi llenos de poesía.
Vista desde El Monserrate
Para cerrar, no puede decir que estuvo en Bogotá sin haber ido al Monserrate. Ver desde allá arriba la inmensidad de una ciudad pujante y diversa, es una sensación que no podrá olvidar. La iglesia es muy bonita, a un costado tiene un camino donde se puede comprar cualquier tipo de suvenires. El paseo además se hace perfecto si se toma o come algo, alguno de los restaurantes que hay allá arriba. Mi recomendación? El Restaurant Casa San Isidro. Es una casa colonial alumbrada con candelabros y una chimenea que le dan un toque romántico y europeo. La cocina es francesa, está demás decirles que deliciosa. Tiene una terraza que prácticamente es para pedir matrimonio.

Termino de escribir esto y se me sale un gran suspiro. Bogotá, el único riesgo es que te enamores de ella y quieras regresar.



OTROS SITIOS DE INTERES
Museo del Oro. Una maravillosa oportunidad para empaparse de la leyenda del Dorado.
Museo de Botero. Lo sé soy adicta a sus figuras llenas de volumen y sus colores luminosos
La Zona T. Uyyyy, compras, compras, compra… hay que llevar una cartera llena de dinero para sucumbir con gusto a todas las tentaciones que presenta.
Maloka. Es el Centro Interactivo de Ciencia y Tecnología. Los visitantes pueden  jugar y aprender en sus más de 300 módulos interactivos
Museo Nacional. Uno de los más antiguos de América. Las colecciones son impresionantes.

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